sábado, 27 de julio de 2019

Las piedras se saltan


Una Piedra Que saltar
Sólo
Por saltar.

Yo

Enorme en mi mente.
inseguro pero firme
en el Deseo
de atreverme
a algo nuevo,
a lo desconocido

los niños lugareños,
sin vacilación,
con vocación de acción,
pasan frente a mí
como una gotera
que ríe

hasta que mi ser entero
recibe al fin
la convicción de unirme
en aquel juego
de ser parte
de esa catarata humana
donde ya no importa
nada
más
que saltar

y entonces,

el paso

que me torna de pronto
Diminuto.
la eternidad se condensa en segundos
como fotos.
Soy yo más que nunca.

por fin el agua
recibe
la totalidad de mi ser
con su caricia de lenguas húmedas
de madre cósmica
me deja suspendido
en gravedad cero

y luego,
amorosa,
me devuelve a la superficie,
transformado
ante la mirada atónita de mi hermana.

Me tiré.
Fue fácil.
Era claro,
Obvio
hacia dónde
había que dar el paso.

Hoy parece
Que ya no lo és.

Y la busco en todos lados
aunque sepa que,
DESPUES DE TODO,
esa piedrecita
Inútil
que sirve apenas
para tener una perspectiva
desde la cuál dejarse caer,
soy yo.


el caballero de la... NO, Che!


No hay sueño sin pesadilla

Es noche buena. Claro de luna. Carlos sonríe porque encontró la fórmula una que le había robado Marccelo, su secuás. El niñito está atento como sapito contento y lo caza como mosca de entre unos ladrillos de la parrilla en la que ayer incediaron un batman. El niño mira en sus manos ese auto peligroso y reconoce en él un futuro de inaudito verdor. Ha recuperado sus sueños.

Veinte años, ocho horas y algunos minutos más tarde, en la pista, Carl surca contendientes. Se mete entre ellos uno por uno y como pantera asustando venados y llega a la meta. Mejor dicho, está por llegar pero de pronto su auto comienza a incendiarse. Nadie entiende por qué. El niño, en llamas, llega a avistar en las alturas un rostro de orejas picudas que, sonriente, parece decirle: “Jojojo, todo vuelve, amiguito”